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IX Meia Maratona do Concelho de Castro Marim (Challenge Algarve 2014)


La segunda noche en el Algarve estuvo pasada por agua, de acuerdo al pronóstico meteorológico, y aunque al amanecer el cielo seguía teñido de un amenazador gris oscuro y todo estaba mojado, en el momento en el que desperté no llovía.

Curiosamente, pese a encadenar la Corrida de Corta Mato y la Corrida na Praia no me sentía cansado, aunque con el pronóstico de lluvia pensé en dejar las Fivefingers de lado en esta ocasión (quería repetir tras el buenísimo resultado de la media de Málaga corriendo de nuevo los 21097 metros con ellas) y correr con las Skechers de trail, que me responden bien sobre asfalto.


Los horarios de los portugueses para comer son un tanto extraños y la noche anterior cenamos galletas y cereales, al encontrarnos con todo cerrado, pero aun así tampoco tenía mucho apetito.

Tras un frugal desayuno a base de leche de soja, galletas y pastelitos de chocolate, me vestí, hoy con la camiseta de manga corta y una malla corta de abajo, a sabiendas de que si tenía que pasar frío, lo pasaría.

No sabíamos si teníamos que dejar ya la habitación o podríamos dejarlo para después de la carrera, pero como esperaba tardar entre 1:30:00 y 1:35:00, podría estar de vuelta en el hostal sobre las 2 de la tarde, cuando el check-out en los hoteles suele ser al mediodía.
Como se me echaba el tiempo encima y las chicas se ofrecieron a preguntarlo en recepción, me despedí de ellas y bajé a la planta baja del hostal.

Me sorprendió encontrarme a multitud de atletas agazapados en el zaguán, y vi que diluviaba torrencialmente en el exterior.


Tras las experiencias vividas recientemente en el trail de Calamorro o en el HOLE, la lluvia, lejos de intimidarme, me resulta un aliciente (se corre mucho más habitual sin lluvia que con lluvia, al menos en las latitudes en las que me suelo mover), así que tras saludar a los corredores que miraban ansiosamente al cielo, salí a la calle.

Comencé a trotar, pero rápidamente pasé a la carrera, en un vano intento de resguardarme de la lluvia y moviéndome buscando balcones o salientes, pero había pocos y no pensaba pararme bajo ellos a esperar a que escampase; para eso me habría quedado en el hotel.

Recorrí en un suspiro la Rua Direita y llegué a la Rua da Alagoa casi sin aliento, pero aunque comenzaba a llover con menor intensidad, no me quise arriesgar y subí la calle a trote hasta encontrarme con el arco de salida y meta.

Eran las 10:45, pero había más bien poco ambiente de carrera, una veintena de corredores calentaban, impertérritos, bajo la lluvia, y varias decenas se refugiaban bajo los toldos de los negocios colindantes al arco de salida, a los que me uní.

Me encontré con mi amigo Emiliano ALmeida, con el que charlé brevemente, hasta darme cuenta de que ya no llovía y me despedí para calentar un poco, más para combatir la hipotermia que por sus supuestos beneficios fisiológicos.

Mientras calentaba me encontré con Manuel y Nuria, con quienes charlé animadamente, sobre la experiencia del Algarve Challenge, atletismo, sobre el blog...

Poco después llegaron Paco y Bella, y nos echamos un par de fotografías juntos antes de retomar el calentamiento.

A 10 minutos del inicio previsto de la prueba el ambiente ya era otra cosa, la ausencia de lluvia había atraído a multitud de corredores, que ya llenaban la calle, y a varios curiosos que nos observaban aun bajo toldos y paraguas.

5 minutos para las 11 y formamos bajo el arco de salida, con un resquicio de sol apareciendo enfrente de nosotros, pero al volvernos vemos una espesa nube negra que se acerca lentamente hacia nosotros.




Charlaba con Manuel animadamente cuando apareció Paco, cubierto por una bolsa de basura con mangas, a prueba de chubasquero (truco de veterano que ya aprendí de Julio en la maratón de Sevilla), uniéndose a la conversación.

De repente nos sorprendió un estruendo enorme, un trueno que durante un momento pensé en si era la señal de salida o no, y que inquietó a todos los corredores, que comenzaron a silbar y a pedir el inicio de la prueba.

Un miembro de la policía republicana se acercó a hablar con uno de los organizadores y nos comunicó que, debido a un imprevisto la salida se retrasaría unos 10-15 minutos.

Entre protestas, dejamos la línea de salida momentáneamente, y como comenzó a lloviznar, me resguardé de nuevo bajo el toldo de uno de los negocios que estaban situados justo al lado de la zona de salida.

Un veterano corredor irlandés me preguntó que qué pasaba, y le dije que se había tenido que aplazar la salida, y que teníamos aún un buen rato hasta salir.

Me lo agradeció, y esperé hasta que los atletas comenzaron a colocarse cerca de la zona de salida para salir de mi refugio, bastante frío ya y completamente empapado (salvo el dorsal, que llevaba dentro de una funda impermeable que la misma organización nos entregó el primer día).

La llovizna se tornó lluvia, la lluvia, diluvio, y cuando arreciaba tanto que parecía que, literalmente nos estábamos duchando, se dio el bocinazo de salida (nosotros tuvimos que esperar varios minutos bajo la incesante lluvia a la intemperie, los organizadores, bajo sus paraguas...).




La manera de llover era descomunal, he vivenciado varias tormentas tanto entrenando como corriendo, y ni si quiera el vendaval que azotó el Zugersee cuando recorrí 3 cantones suizos corriendo le llegaba a los pies a esta tormenta.

Bajaba por la Rua de Alagoa acompañando a la cabeza de carrera, mientras éramos todos adelantados por el torrente que arrasaba con todo a su paso calle abajo.

Cada vez que pisaba me llegaba el agua a la altura de los tobillos, la camiseta y la malla estaban totalmente pegadas a mi cuerpo, como una segunda piel, y un frío atenazador recorría mi cuerpo.

Al pasar por delante del Alisuper varios curiosos comenzaron a aplaudir y a darnos gritos de ánimo en portugués, que no llegué a identificar.

No estaba yendo en cabeza de carrera por nada en especial, de hecho, ni si quiera estaba pensando en la carrera en esos primeros momentos, tan solo trataba de entrar en calor lo antes posible, y quitarme la gélida sensación que atravesaba mis músculos.

Llegamos a la rotonda de la Avenida 24 de Junho y giramos a la derecha, pasándome el agua ampliamente los tobillos al acumularse en la zona de giro.

El modelo de Skechers que calzaba (el que gané en el trail de Sierra Blanca) era impermeable (o eso se suponía), pero en cuestión de minutos tenía casi tanta agua dentro de las zapatillas como en el resto de mi cuerpo.

Tomamos la curva de la Avenida y llegando a la zona del Skatepark sentí que el calor comenzaba a irradiar mi cuerpo, por lo que bajé el ritmo (había pasado el primer kilómetro en 3:33,  y aunque no me notaba cansado todavía, sabía que necesitaba tomármelo con calma desde ya).

Giramos y penetramos de nuevo en la Avenida, por el otro sentido.

Como de costumbre, Emiliano y Helio iban ya en cabeza, sacándome  cerca de 200 metros de ventaja.

Me adelantaron 4 corredores, 3 de ellos del Portoalegre, a muy buen ritmo, y decidí pegarme a ellos.

Volvimos a pasar por la rotonda por la que habíamos pasado hace un momento, y nos dirigimos al exterior de Altura, recorriendo la Avenida 24 de Junho hasta su término, en la rotonda de la N-125.

Para entonces los corredores del Portoalegre me sacaban ya cerca de 500 metros de ventaja y se comenzaban a perder a lo lejos, y varios corredores más me habían adelantado.

No me notaba cansado, pero si muy lento, no sabía si por el peso de la ropa mojada, ilusión por el hecho de correr empapado o qué sería, pero no me veía cómodo.

Había un caballo en un margen de la carretera (lleva ahí desde que llegamos a Altura), que resopló al pasar cerca de él, y la verdad, me dieron ganas de imitarlo.

Tras un ascenso que ya comenzaba a "picar" (no me había percatado hasta ese momento de que estábamos ascendiendo, y mira que conocía la carretera), cogimos un ramal de la nacional, el N 125-6, y al girarme me di cuenta de que no veía a nadie por detrás.

Bien es cierto que la curva restaba una visión significativa, pero no veía a nadie por detrás y los corredores que llevaba delante estaban bastante lejos.

Llegué a un puentecito, kilómetro 4 (¿cuando había pasado todos los anteriores?), y sentí que llegaba el momento de convertirse en cazador o presa, y apreté el ritmo.

Siempre motiva pasar corredores, y tras el rápido inicio, por cuestiones de supervivencia más que nada, no había adelantado a nadie, al contrario, no paraban de adelantarme, escalonada y progresivamente, pero me sentía en la necesidad de alcanzar aunque fuese a un corredor, para ponerme a su lado al menos.

Comencé a acercarme a un grupito de 3 corredores, uno de ellos del Alturense, pero cuando parecía que comenzaba a recortarles metros me adelantaron 3 por detrás, uno con una camiseta amarilla y gorra girada, otro con la camiseta Adidas de "Juntos vamos por Lisboa a correr" que ya había visto en estos días varias veces, y otro corredor con una camiseta naranja.

Traté de coger impulso y pegarme a ellos, pero la cuesta ascendente que afrontamos me cortó el ritmo, y aunque en la posterior bajada recuperé varios metros, el firme volvió a colocarse en mi contra, y se me fueron escapando poco a poco.

Kilómetro 6, primer avituallamiento, en el que cojo un botellín de agua de la mano de un adolescente portugués que me anima (o eso creo), bebo, saboreando la extraña agua portuguesa (todo el mundo dice que el agua no sabe a nada, pero cuando viajo siempre tardo varios días en acostumbrarme al "sabor" del agua de la zona), y me echo un poco de agua por la espalda, no por "postureo", sino para arrastrar el sudor que se mezcla con el agua de lluvia espalda abajo.

Conforme entramos en São Bartolomeu me doy cuenta de que comienza a remitir la lluvia, y al dejarme ahora el repiqueteo de la lluvia escuchar mejor, comienzo a oír pasos por detrás, por lo que acelero ligeramente, dejando atrás el pequeño pueblo.

Al pasar sobre las vías del tren los pasos cesan y se pierden repentinamente, quizás fuesen de un niño o algún curioso, así que me relajo y como tengo una vasta extensión de tierra delante de mí que he de recorrer en línea recta, intento disfrutar del momento.

Voy raro, no noto aun que haya cogido el ritmo de carrera, estoy empapado, aunque ya en calor y corre una ligera brisa que me refresca pero no llega a molestar.

Me centro en el terreno, verde hasta donde alcanza la vista y huele a tierra mojada, a lluvia y a campo.

Hasta llegar al kilómetro 8 no pasa nada digno de mención y aunque en este kilómetro tampoco tanto, me adelantan dos corredores, uno con una camiseta naranja con el nombre "Marcos" serigrafiado y otro con una camiseta blanca lisa.

Llego al avituallamiento del kilómetro 10, donde se acumulan varios coches que esperan a que un organizador les permita el paso (el tráfico estuvo controlado durante toda la prueba, pero no cortado), donde repito el proceso del kilómetro 6, agua para adentro y agua por fuera (ya no llueve y sudo profusamente debido a la humedad).

Al llegar a la entrada de Castro Marim, justo a la altura donde se celebró el Cross de Corrida de Corta Mato pasa la cabeza de carrera, liderada por Helio y Emiliano, que avanzan tras la furgoneta de la prueba, la ambulancia y el coche con el cronómetro sobre él.

Dos muchachos comienzan a adelantarme progresivamente, pero me quedo a su altura.

El tercer clasificado, al que no conozco, está a cerca de 200 metros de distancia, en la rotonda de entrada a Castro Marim.

Conforme penetramos en la ciudad comienzo a cruzarme con más caras conocidas, como la de Luis Almeida, al que animo levantando un pulgar (no tengo fuerzas para animarle a viva voz).

No me reconozco, no me noto cansado, pero si lento y pesado, no he adelantado a ningún corredor todavía y, lejos de notar ese punto de fuerza extra que siempre encuentro al llegar al ecuador de las carreras (especialmente, las medias maratones), me cuesta más y más avanzar conforme llegamos a la cuesta de la iglesia de Castro Marim.

Paso el kilómetro 11 en casi 48 minutos... Ha habido mucho desnivel, pero tampoco tanto, no estoy muy contento con la actuación...

En el descenso, bordeando el castillo, inspiro, dejo la mente en blanco por un momento, espiro, y me concentro en tomarme la carrera como si acabase de comenzar.

Me ofrecen agua en el parque, girando ya al límite de Castro Marim, y bebo de nuevo.

Enfilamos hacia Altura, dejando el castillo a la izquierda, y comienzo a adelantar al corredor que llevaba a mi lado.

Pensé en llevar la cuenta de los corredores que me adelantaban o yo adelantaba en esta segunda mitad de carrera, comenzando en ese mismo momento.

Al llegar a la zona de la Corrida de Corta Mato le da un tirón a Marcos, que va en grupo con el corredor de la camiseta blanca y el que me pasó hace varios kilómetros, de camiseta amarilla y gorra hacia atrás.

Se recupera justo cuando lo tengo a dos metros, pero lo veo renqueante.

Me da pena comenzar mi cuenta pasando a un corredor en aprietos, aunque se recompone bastante bien acabo pasándolo, dedicándole unas palabras de ánimo al pasar (bueno, una, "ánimo", que no se si entenderá).

Ahora que se ha quitado la lluvia hace bastante buen día para correr, la temperatura es ideal, aunque la ropa me pesa un quintal, llevo los pezones escocidos por el roce y los pies expulsan agua de los calcetines cada vez que doy una zancada, produciendo un ruido extraño y una sensación más extraña aun.

Me doy cuenta de que aunque parecía que la larguísima recta era llana, estaba en ligera pendiente, que ahora llevo en contra, y que la cuesta que hay tras pasar el puente de Esteveira es mucho más inclinada de lo que parecía a la ida.

Comienzo a notarme mejor, quizás por el factor psicológico de recordarme cada pocos segundos que llevo un contador positivo, y aunque el siguiente corredor que tengo a mi alcance se pierde en la distancia con los cambios de rasante y en las curvas, a unos 200 metros, veo que otros aparecen en el horizonte.

El ascenso a São Bartolomeu se me hace largo desde el paso a nivel, la cuesta estaba mucho más tendida de lo que esperaba... Me recuerda a la cuesta final de la media de Torremolinos de este año, pero no me queda un kilómetro para entrar a meta, sino 6, y debo dosificar.

Dejo atrás São Bartolomeu, teniendo aún más lejos a mis futuras presas, y veo la cuesta que se avecina, que sube hasta la correctamente llamada "Casa Alta".

Al descenderla al inicio de la carrera no me parecía tan dura, pero ahora, desde el otro lado, me recuerda a la mismísima cuesta del kilómetro 14 de la media de Alhaurín.

Menudo rompepiernas, con razón me notaba "raro", pensaba que estaba corriendo sobre llano y el terreno era un sube y baja constante, con cuestas tan poco pronunciadas y tendidas que a la ida casi no notaba intercalada con cuestas rompecorazones en toda regla...

Llegando al final de la cuesta veo andando a dos de mis futuras presas (con suerte), que justo comienzan a correr de nuevo al oir mis pasos.

Cruzo de nuevo el puente en el que a la ida me debatía entre si sería presa o cazador, dando ahora por hecho que soy el cazador y tardo una centena de metros en adelantar al corredor de la camiseta blanca.

Llevo ya dos, aunque su acompañante será más duro, ya que ha efectuado un cambio de ritmo aprovechando la pendiente a favor (y pensar que a la ida creía correr sobre llano...).

Llegando a la rotonda de entrada en Altura me adelanta un corredor, veterano, y me fastidia porque resta un punto a mi cuenta, pero veo en la distancia una larga hilera de corredores desperdigados, así que le mantengo el ritmo para avanzar junto a él en la caza de esos corredores.

En la segunda rotonda (por la que giramos nada más bajar de la Rua da Alagoa) se pone por delante, cuando otros dos corredores me flanquean, pero ya estamos en el kilómetro 20, no queda nada, y no me rendiré fácilmente.

De menos 1 devuelvo la cuenta a 2 en cuestión de metros, y comienzo un sprint progresivo.

Los curiosos me aplauden y jalean en portugués, pero sus voces suenan lejanas y apagadas, para mí solo existe la calle que se eleva y alarga hasta donde alcanza la vista, mientras reconozco lugares del pequeño municipio, el supermercado donde compramos la merienda el segundo día, el restaurante donde probé la pizza Algarvia, el restaurante donde comí pollo carbonara, el supermercado donde por la noche se apiña gente en el cajero, el restaurante que está siempre cerrado...

Sin darme cuenta estoy llegando al final de la carrera, el arco se erige a lo lejos, y ejecuto una galopada dejándome la piel mientras avanzo metros y oigo como los pasos de mis infatigables seguidores se pierden en la distancia, eclipsados por los míos propios.

Crucé la meta antes de que el crono llegase a 1:32:00, en 1:31:58 según mi crono, pero teniendo en cuenta el perfil, que nada tiene que envidiar a la media de Álora, muy contento.

Una de las organizadoras me hace entrega de mi medalla conmemorativa de la prueba y de mi trofeo como finalista del triple desafío del Algarve Challenge, así como de la camiseta conmemorativa del mismo y la bolsa del corredor, con agua, zumo y viandas de la tierra.

Estoy bastante sediendo, así que me acabo la botella y otras dos que cojo en el kiosko que la organización tiene montados, mientras busco a Marina, Mayte y Emma.

No las encuentro, pero si a Nuria y Bella, con quien intercambio impresiones sobre la dura prueba, tanto por las condiciones climatológicas como por el perfil.

Paco llega a meta y lo saludo también, pero tras un par de minutos me dirijo al hostal, por si mis acompañantes se encontrasen allí.

Me pongo la camiseta, me cuelgo la medalla al cuello y bajo Rua de Alagoa abajo, encontrándome con Manuel a media calle, a quien animo antes de retomar el paso.

Un mendigo se me acerca y señalando la medalla y el trofeo dice algo ininteligible para mí, así que lo dejo atrás con un gracias y buenos días y sigo en mi camino hacia el hostal.

Pese al esfuerzo tengo las piernas extrañamente frescas, pero tengo unas ganas enormes de cambiarme la malla y, sobre todo los calcetines y zapatillas.

No las veo ni de camino al Praia Azul ni en su interior, y al ver los mensajes de mi móvil me encuentro con uno de Mayte y una llamada perdida de Marina.

Me cuentan que han tenido un imprevisto con la lluvia y se han empapado hasta los huesos pero que ya vienen y mientras espero pongo al día las redes sociales con el wifi del hotel, así como a mis amigos y compañeros del Club Atletismo Fuengirola, que me felicitan por mis resultados previos (los de hoy no estaban disponibles al abandonar el recinto de meta).

Tras la ducha y el cambio de ropa por otra seca (al fin) nos dirigimos, esta vez en coche y bajo un nuevo aguacero, a la zona de meta, donde me dispongo a consultar las clasificaciones.

Manuel bromea conmigo al verme diciendo que me han llamado pero no estaba, así que me he quedado sin premio, por un momento casi me lo creo, pero teniendo en cuenta que daban premios a los 5 primeros de cada categoría y los 2 primeros son seniors, no me cuadraba la cosa.

Al final fui 54º en la media maratón, con un crono oficial de 1:31:56, a 9 segundos de uno de los corredores del Portoalegre, y ocupando la 17ª posición senior.

En el global del Algarve Challenge esta fue la carrera que menos puntos me sumó, tan "solo" 75, que sumados a los puntos de la Corrida de Corta Mato y la Corrida na Praia hacen un total de 237,5 de un máximo de 300.

En la clasificación absoluta fui el 30º, y en mi subcategoría, senior (de 20 a 35 años) el 11º.

Los campeones absolutos fueron Helio Fumo, con 299,6 puntos, que no consiguió el primer puesto en el podio por tercera vez consecutiva en el último kilómetro para la llegada a meta según me contaron, llegando finalmente 15 segundos por detrás de Emiliano Vieria, que obtuvo 299,0 puntos, y completó el podio Igor Timbalari, con 284,4 puntos.

Mi amigo Luis Almeida fue sexto absoluto y campeón de veteranos de entre 35 y 44, con 278,0 puntos.



Tras consultar por enésima vez las clasificaciones y henchido de orgullo, me despedí de Manuel, Nuria, Paco y Bella, y me dirigí al coche, preparado para resistir el envite de los elementos en la vuelta a casa, tras 3 intensos días en los que he vivido el atletismo de una forma que no había hecho hasta ahora.

Recomiendo la experiencia a todo amante del atletismo, no es cara, conoces gente nueva, otros lugares, otra forma de ver las cosas, y te lo pasas en grande.

Me gustaría conocer evento similares para repetir en otro lugar cuando me fuese posible, pero si no encontrase y me fuese posible, el año que viene os narro de nuevo, en primera persona, el Desafío del Algarve.

Me despido hasta la próxima crónica, del MAPOMA 2014, también conocido como el Rock&Roll Marathon.

¡Que el rock os acompañe siempre en vuestros entrenamientos!

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